Ni reina ni princesa. Soy una emperatriz.

"¿Me las llevo o no me las llevo?" Pensé.
Todas las semanas me hago la misma pregunta. Me voy mudando de a pequeñas porciones a mi nueva casa y cuando voy a mi viejo departamento, lleno alguna que otra caja con cosas, preparo las paredes para pintarlas, le doy de comer a la gata y trato de recordar si hay algún tesoro pendiente de ser trasladado que me quiera llevar en la mochila.
Ahí estaban mis cartas de tarot. Nunca aprendí a usarlas y estuvieron juntando polvo los últimos años. Sin embargo hoy las vi dentro de la misma caja sin cerrar donde están hace varias semanas, y dudé. Las tomé con mi mano, miré más de cerca y luego decidí devolverlas a la caja.
Fue un día largo y a la tarde fui a la plaza para llevar una plantita que le había prometido a alguien en la Gratiferia.
Entregué la plantita, recibí unas tacitas que Helena me tenía guardadas, miré qué más había por ahí y me puse a charlar con Fernanda.
Ya había charlado con ella en otras ocasiones, pero lo que me sorprendió fue que después de un rato me ofreció leerme el tarot. En ese momento recordé cómo me había quedado mirando las cartas más temprano.
Los escépticos lo llaman casualidad. Los que creen en la sincronicidad lo llaman "señal". No puedo asegurar realmente de qué se trata, pero si que cuando eso pasa, se siente como si estuviera viviendo algo que fuera destinado a ser así. (No hablo de destino en un sentido restrictivo sino más bien, como algo que ya conocías pero te habías olvidado que estaba ahí.)
-Ésta sos vos. - me dijo Fernanda, señalándome la única carta que estaba apoyada en el pasto.-
"Claro que soy yo", pensé. Hace meses que tengo esta frase en la cabeza tratando de convertirse en canción."Ni reina ni princesa. Soy una emperatriz.".
Y ahí estaba yo, tirada en el pasto, devolviendome la mirada: la Emperatriz.

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