Lo blanco del ojo

Primero olvidé tus ojos. Luego olvidé tu mirada.

Un tiempo más tarde olvidé cómo se transformaba el diámetro de tus pupilas al caer la noche.
Y después, su tamaño bajo la luz superficial de un reflector en aquella esquina.

Cuando pensé que los había olvidado completamente, me tocó olvidar cómo se saturaba el color de su iris al chocar contra los rayos del sol vespertino.

Olvidé que en lo blanco del ojo no te pareces a nadie, porque tu mirar cansado se tiñe de rosa.

Olvidé las córneas de tus ojos barnizadas en emoción y cubiertas de dolor.

Olvidé ese lagrimal matutino ahogado en legaña y tu rítmico parpadear antes de sucumbir al sueño.

Ahora que ya olvidé todo, tengo frente a mí tus ojos, y con los míos te miro y los veo por primera vez.

Aquellos que olvidé eran otros, yo los miraba a través de mi ilusión.

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